Entre miedos y fracasos (Bolivia 4-2 Venezuela)
Entre miedos y fracasos (Bolivia 4-2 Venezuela)
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Entre miedos y fracasos (Bolivia 4-2 Venezuela)

Lizandro Samuel
2015-11-12 17:51:25
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Los errores de competitividad de Venezuela son groseros. No es un tema de recursos futbolísticos: la derrota pareciera responder a cuestiones emocionales, a saber imponerse en la tempestad. La Vinotinto se vio muy disminuida ante un equipo con menos recursos para jugar.

 “Every man… every man has to go through hell to reach paradise”, Max Cady.

 

  1. Julio César Baldivieso, hoy DT de Bolivia, es una figura importante para Venezuela: su paso por el Caracas FC en el 2004 inspiró el título de uno de los mejores ensayos publicados en el país: Terapia para el emperador. El libro es un extraño regocijo para un fútbol en el que la palabra literatura todavía no se ha terminado de descubrir. La figura del Emperador, como se le conoce a Baldivieso, otra vez deja una marca: con la peor plantilla de la Conmebol, en un país que atraviesa una crisis institucional histórica y con una selección minada de problemas, logró poner en jaque el proyecto de selección del DT más ganador de la historia del fútbol venezolano.
  2. La vida esconde conexiones que superan la razón humana. En el capítulo seis de Terapia para el emperador, el cual comparte título con el libro, Manuel Llorens habla del miedo en el deporte. La palabra miedo genera ruido en fútbol, entre otras cosas, porque a los atletas de alto rendimiento, como explica Juan Villoro, se les mima y se les paga para parecer felices. La prensa necesita manosear la palabra épica para exagerar los logros deportivos, pues esos son los triunfos en los que la sociedad busca compensar las miserias y los fracasos con los que tropieza en el mundo real. Semejantes expectativas, desmesuradas pero cotidianas, caen en los hombros de los futbolistas. Para triunfar en el Real Madrid o en el Barcelona hay que firmar un contrato que te hace responsable de las frustraciones de millones de personas y te obliga, de paso, a simular felicidad y a ser agradecido. Es decir, hay que saber lidiar con el sentimiento que llevó a Robert Enke al suicidio. Y que, en mayor o menor medida, todos los futbolistas experimentan. Eso es saber competir.
  3. Es cierto que en la Vinotinto es normal colocar en cancha a algunos jóvenes que no están listos para cotejos internacionales, debido a las limitaciones de la plantilla. Sin embargo, surge la duda de si Jefre Vargas, por ejemplo, está listo para una Eliminatoria. La interrogante, al margen de lo evidenciado en el partido, no es menor: acelerar los procesos formativos puede atrofiar el desarrollo de un futbolista; aunque esto sea una medida históricamente necesaria en la Vinotinto, la cantidad de jóvenes que han venido trabajando con este cuerpo técnico deben ser evaluados con mucho cuidado: en un ambiente turbio, y con resultados adversos, el clima de derrota se puede tatuar en el espíritu.
  4. Los costados era en donde se podía ver lo mejor de Bolivia en ataque. La formación inicial de Venezuela, en ese sentido, generaba unas pocas dudas: Jefre por la derecha, Alexander por la izquierda, a perfil cambiado; delante de ellos, Mario Rondón y Seijas respectivamente; o, como se vio más adelante, Acosta (Pegado a la banda derecha tras los dos goles de Bolivia, en una zona en la que es más fácil que se vean sus defectos que sus virtudes) por delante de Jefre. Parte del análisis pasa por las bandas: con Mario y Seijas por fuera también se buscaba producir duelos con los laterales bolivianos, quienes suelen verse apurados en los uno versus uno. Sin embargo, los mecanismos de contragolpe no funcionaron: con la Vinotinto defendiendo tan cerca de su área, con tres hombres por dentro carentes de dinámica y –sobre todo Arquímedes– superados con frecuencia, y con tanto trayecto que recorrer –y de forma tan solitaria– hacia el arco rival tras las recuperaciones, el infierno había llegado para Venezuela. Y no se llamaba “altura”, sino Bolivia.
  5. Se intuye que parte de lo que quería hacer el cuerpo técnico era aguantar, gestionar, los primeros minutos del partido para superar así los efectos iniciales de la altura. Si ese era el caso, la estrategia se fue a la basura tras un despeje al medio de Lucena, un futbolista internacional con un recorrido que envidiarían la mayoría de los jugadores bolivianos puestos en cancha. En esos momentos, la impotencia del entrenador llega al máximo: la práctica supera la teoría y el error humano condiciona los planes. El problema mayor se produce anta la multiplicación de esos errores. “¿Por qué?”, es una expresión que flotará durante noches en todos los análisis.
  6. Venezuela tuvo en cancha un equipo, hombre a hombre, mejor que el de Bolivia; con más experiencia, incluso. Situación rarísima para la Vinotinto en su transitar por Conmebol. Lo visto en el partido, no obstante, no se acompasó a eso: Venezuela hizo ver a Bolivia como una súper selección, mientras los errores puntuales de los visitantes pulularon como si se tratase de un equipo amateur. El que mejor compite es el que se equivoca menos. Desde el debut frente a Paraguay, la cantidad de fallos puntuales es escandalosa. Revertir una espiral tan negativa es el mayor desafío del cuerpo técnico de cara al partido frente a Ecuador.
  7. Baldivieso estaba furioso. No en el partido frente a Venezuela, sino cuando era banca en el Caracas de Chita. Estaba furioso porque, en sus palabras, era absurdo que lo tuvieran sentado: “Yo soy un jugador internacional y estoy por encima del fútbol venezolano. No entiendo para qué me llamaron si no me van a meter a jugar”. El cuerpo técnico tenía intenciones de usarlo, pero antes debía ponerse a tono. Sin embargo, el Emperador resultó devorado por su ego: tras quejarse, despotricar y sembrar la semilla de la discordia, sus actuaciones en cancha resultaron deficientes. El Caracas perdió, de forma asombrosa, ese Apertura. Baldivieso, cuenta Llorens, tras el último partido de temporada agarró un avión para huir del desastre. El miedo existe, se disfraza en el ego y se manifiesta en las lesiones y los errores. ¿Miedo a qué? Al fracaso, seguramente. Es la ansiedad que se vive antes de cada partido, el no querer hablar con la prensa tras una derrota y el perder el temple. Históricamente, lo mejor de Venezuela se ha visto cuando parte desfavorecida: las posibilidades de éxito pesan mucho en los hombros de unos futbolistas a los que les inventaron la necesidad de llegar a un Mundial, de lograr un crecimiento que no se le exige con el ahínco con el que se le debería a dirigentes, directores deportivos y formadores. Que en las semanas previas al partido se hablara más de polémicas extradeportivas, que de análisis, habla de lo pesado del entorno. Para José Mourinho, la intensidad nace en la mente. La intensidad es inherente a la competitividad. La competitividad es saber sobreponerse a las vorágines negativas, a las presiones y criticas desproporcionadas, al entorno. Quien no está preparado para competir se equivoca una y otra vez. Quizá por ahí se explican los fallos tan marcados de futbolistas que no deberían cometer ese tipo de errores.
  8. Tras los dos goles de los locales, Venezuela se paró más adelantada: empezó a mejorar. Ese era el planteamiento más idóneo para jugar contra Bolivia: defendiendo con el bloque corto entre zona dos y zona tres, cuidando la pelota y buscando duelos ofensivos en las bandas. Con matices de lo anterior, se consiguió el gol de Mario. Pero la amargura no tardaría en hacerse presente: el 3-1 llegó tras un ataque infructuoso de Venezuela por falta de acompañamiento y una transición defensiva forzada, con algunos jugadores en el limbo. La Vinotinto recibió tres goles e igual número de tarjetas amarillas en el primer tiempo; además, cometió un penal. La síntesis del partido está en esos datos.
  9. Tres veces se cambió de formación –es decir, de organización de los jugadores– en el partido. Chita buscaba por todos los medios subsanar cosas que rebasaban los 90 minutos que se estaban disputando. Tras el cuarto gol, la espiral fue decadente: las llegadas de Bolivia se siguieron produciendo –alternando, eso sí, con algunas de Venezuela–, el domino del local era claro: se imponía futbolísticamente. El pundonor de Venezuela la empujó a marcar un gol más.  4-2. Los problemas competitivos –dígase de concentración o cognitivos; llámese errores o ansiedad; cúlpese a la impotencia o frustración– se coronaron con una estocada final: tarjeta roja a Luisma Seijas. Uno de los jugadores más importantes de este ciclo no podrá estar frente a Ecuador en el, sensacionalismo de lado, partido más complicado de esta era.
  10. El ambiente es complicado. La siguiente fecha  cerrará un capítulo: o se termina de desbordar el río, o se contiene la bravura de la corriente. Será de esos cotejos donde la palabra presión adquiere tonalidades más intensas, pero también en los que se evalúa el verdadero nivel competitivo de los involucrados. Temple es eso que le ha faltado a los futbolistas venezolanos. Consciente o inconscientemente, la lluvia sí logró, al menos, resfriarlos. Noel Sanvicente, por su parte, enfrenta el entorno más hostil de su carrera. La prueba también es para él; o, mejor dicho, sobre todo para él: debe gestionar la adversidad y, como emana el espíritu del poema de Rafael Cadenas, encontrar fuerza en la derrota. “Cierto que me enseñaste con dureza ¡y tú mismo tenías el cauterio!, pero también me diste la alegría de no temerte”, dice Cadenas en su poema Fracaso. “Me has hecho humilde, silencioso y rebelde”, le agradece el poeta a la adversidad. El mejor metal se logra bajo la intensidad del fuego más caliente: en el infierno solo hay dos opciones, o se muere quemado, o se empieza a construir el paraíso. Ecuador está en el horizonte. Las herramientas futbolísticas están, lo que se necesidad es poder mantener el temple en la adversidad.
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