Las mujeres también dicen groserías
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Las mujeres también dicen groserías

Lizandro Samuel
2014-05-06 20:52:03
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Caracas venció 2-0 a la UCV

Es conveniente recordar que el fútbol femenino se juega incluso cuando no hay partidos internacionales. El fútbol femenino, en Venezuela, es mucho más que la selección que llegó a semifinales del pasado Mundial sub 17. Semana a semana, equipos se preparan y disputan los torneos más importantes del país, bajo la sombra de la indiferencia colectiva.

Recuerdo, por ejemplo, como en una de las transmisiones de los partidos del Mundial, uno de los comentaristas pedía “benevolencia con las niñas” en lo alusivo al tiempo; es decir, que no dieran demasiados minutos de descuento. Incluso, en la primera transmisión, dudó de que las chicas jugaran dos tiempos de cuarenta y cinco minutos.

La discriminación –racial, sexual o de clase– es algo muy instaurado en la sociedad latinoamericana. Se dice que “los negros corren mucho”, “los catires tiene real” y para insultar a un futbolista se le dije que “patea como jeva”.

El fútbol desconoce de sexualidad. Cuando la pelota es acariciada por algún pie sólo entiende de buenos y malos jugadores. En genérico. Aunque el español obligue a usar una terminación masculina para referirse a ambos sexos. El idioma también tiene su toque de discriminación.

En el caluroso Cocodrilos Sport Park, el derbi caraqueño generaba expectativas: se jugaban la ida de los cuartos de final de la liga nacional femenina, categoría libre.

En los predios, la mundialista Bárbara Serrano era solicitada para algunas fotos, mientras las compañeras esperaban la hora de irse al vestuario. Las chicas del Caracas, refugiadas en el camerino, sólo se dejaban ver de forma ocasional. “Hay una duda entre Bárbara y Génesis”, comenta Ayrton Marquez, preparador físico de la UCV. Al parecer la decisión sobre quién jugaría en el lateral derecho pasaba por dos mundialistas pertenecientes a generaciones distintas.

Y la edad –a veces sinónimo de jerarquía– se respeta: Génesis Moncada fue la titular. En el bando de enfrente, tres chicas empezaban a generar expectativa: Oriana Altuve, Yisela Herrera y Libeth Bandres; la última con la etiqueta de crack y el perfume de Edgar Jiménez.

Entradas fuertes, gritos de desahogo, reclamos al árbitro y a alguna compañera, más seños fruncidos que denotaban una profunda concentración, eran alicientes que hacían pensar que eso de “chutar como jeva” debería ser más un halago que un insulto.

En la grada, unos cuantos familiares y amigos de las chicas de la UCV aupaban con fuerza; aunque los gritos más potentes sonarían al juntarse jugadores de la escuela del Caracas, para entonar algunos cantos parafraseados de la barra que acompaña al equipo de Primera División masculina.

Y entre tanta tensión, aderezada por constantes indicaciones de Enzo Tropiano –D.t del Caracas– y Francisco Aron –D.t de la UCV– el primer tiempo se despediría con un 0-0 que, mediante ocasiones para ambos equipos, prometía romperse pronto.

Al ritmo de Lisbeth seguiría jugando el Caracas. Si alguien podía dar órdenes con el mismo énfasis de Enzo, era ella. Incluso, se daba el tupé de responderle alguna indicación al entrenador. “¡Coño, pero mira donde estoy!”, porque el carácter y las groserías no son exclusivas de los hombres.

Al final, el marcador honraría al desarrollo. La UCV era menos que el Caracas, y sólo podía generar ocasiones mediante la eléctrica Karla Torres. Velocidad, regate y una conducción de primer nivel. La falta de compañía en sus destellos evitaría el desarrollo de todo su potencial; mientras Caracas anotaría dos tantos cortesía de Altuve y María Rodríguez.

Los ojos desquiciados, inyectados de furia, de Enzo Tropiano, encontrarían paz tras los tres pitazos. Ya no habría más reclamos, no más pedir calma ni intercambiar frases con Libeth. Por otro lado, en la UCV las caras eran un batido de rabia con desazón. Karla quejándose de alguna jugada puntual mientras dejaba caer partes de su uniforme en la entrada del baño de mujeres. La frustración se mezcló con la franela tricolor y el “¡U, u, UCV!” de antes del partido se sentía opacado por un equipo en el que cada jugadora, hasta en la forma de caminar, parece “sentirse grande”.

La vuelta está pautada para el próximo 17 de mayo, aunque es bien sabido los constantes cambios que experimentan estas fechas: el partido de ida originalmente se iba a jugar el sábado 2, luego el domingo 3 y finalmente se disputó el martes 6. La desorganización está presente al igual que en el fútbol masculino, e incluso más, pues el partido arrancaría sin uno de los jueces de línea quien llegaría quince minutos tarde. En lo referente a lo deportivo, el talento femenino brilla con igual ímpetu. En una sociedad machista, desahogarse mentando la madre, tras errar un gol, también es propio de mujeres.

                                

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