“Sí, bebé, fue gol de Di Giorgi”
“Sí, bebé, fue gol de Di Giorgi”
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“Sí, bebé, fue gol de Di Giorgi”

Lizandro Samuel
2014-08-16 18:29:31
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Una crónica sobre el pólemico jugador y sus primeros pasos en Caracas

“Qué ladilla Di Giorgi de titular”, en la fila más alta de la tribuna principal del estadio Olímpico de la UCV, un tipo moreno, con camisa amarilla y jeans le mostraba su descontento a una linda morena en falda y botas. “¿Cuál es Di Giorgi?”, respondió la hincha en iniciación. “Ese, el 26, el que se está acomodando el cabello”, “Ajá”, “Está muy rayado por la selección. La gente lo puteaba demasiado. ¡Es malísimo! Me daba rabia, jugaba mal todos los partidos y Farías insistía”.

Ciertamente en las redes sociales hubo un consenso desaprobatorio de los hinchas del Caracas cuando se anunció en junio el fichaje Giácomo Di Giorgi; provenía del Táchira, el traspaso fue entendido como un trolleo del eterno rival.

“Son los dos mejor jugadores del país en esa posición. Si tú me pones a escoger los dos mejores de esa posición, los escojo a ellos”, decía Eduardo Saragó, en la presentación oficial del Caracas F.c de cara a la temporada 2014/15, sobre Miguel Mea Vitali y Di Giorgi, ambos recién llegados al club. Minutos antes, ambos habían entrado al salón llevados de los brazos por dos chicas de ropa corta y ajustada. Casi todos los jugadores habían entrado con una sola modelo, salvo los de mayor prestigio. Las risitas y miradas prófugas de algunos de los integrantes de la plantilla le daban jocosidad al evento. Pero nada muy evidente, estaban en público, ante los medios: cada gesto podría entrar en el juicio de la prensa. Cada gesto y cada acción.

“Di Giorshit, así le dice un pana”. Es domingo, el primer partido del Rojo en el Apertura 2014. El moreno de franela amarilla sigue intercambiando risas con la muchacha de falda. Luego de los himnos, ambas oncenas se plantan en el campo. Caracas hará frente a Estudiantes de Mérida con un 4-3-3. ¿Quién es el mediocentro? “¿Di Giorshit?, jajajajaj, ¡qué rata!”

Y ese mediocentro haría historia: a los veintidós segundos, tras el saque inicial y tocando la pelota por primera vez, en un movimiento antinatural para su técnica, trató de girar sobre su propio eje; Over García le robó el balón y lo clavó en la esquina inferior izquierda del arco. Baroja se revolvió inútilmente en el piso. Los centrales, Tucker y Sánchez, hicieron gestos de reclamo. En la fila más alta de la tribuna principal, la risa burlona de un hombre de franela amarilla era el fondo musical para un coro de desconcierto y algún lejano, pero bien pronunciado, “¡Coño de la madre!”.

Noventa minutos después, el Caracas consumaba la derrota. Táchira, en San Cristóbal, debutaba goleando 3-0. En la zona mixta, algunos periodistas preguntaban por Giácomo. No se dejó ver. Se movió con más pericia fuera de la cancha que dentro.

“Di Giorgi no estaba al cien por ciento el domingo, y es mi culpa. Quiero que empiece el partido hoy para verlo jugar”, hablaba el DT del Rojo en Unión Radio, “Estoy seguro que Di Giorgi se sintió incómodo; estaba al ochenta por ciento. Son jugadores que necesitamos para ayudar a los jóvenes”. Debido a esa “incomodidad” el jugador fue sustituido al entretiempo en la derrota ante Estudiantes. Perdido en la cancha, a destiempo en todo y con los errores habituales de técnica, el parlante había alegrado a los hinchas con el cambio. Pero Saragó anunciaba en radio que ese miércoles en la noche, contra Metropolitanos, el cuestionado volante volvería a ser titular. ¿En dos días había recuperado el veinte por ciento que le faltaba?

Sea cual fuera el caso, incómoda era la hora del partido: 7:30 pm. El frío adhería a la piel el sudor de toda una jornada de trabajo. Pese a todo, el estadio se pintaba de rojo con la fe de poder sumar tres puntos.

Saltaron los jugadores a calentar. Como se había anunciado, Giácomo calentaba con los titulares. No Otero. Un no querido por la barra jugaba en vez de uno idolatrado. Saragó, esta vez en traje deportivo –no de luto, como en el debut– caminaba sobre un hilo bajo el cual esperaban los insultos de la grada.

“Giácomo Di Giorgi”, la voz gruesa del parlante, anunciando a los titulares, presionó el botón de pitidos en la garganta de la barra. El ex Táchira y Anzoátegui requirió de varios partidos en la Vinotinto para ganarse la desaprobación popular. En el Caracas le bastaron cuarenta y cinco minutos. Crea fama y acuéstate a dormir, dicen.

“Sí, bebé, fue gol de Di Giorgi”, un ataviado –de corbata, saco y zapatos de suela– se dirigía hacia el baño ladeando la cabeza para introducirse con mayor énfasis en el Iphone; la pantalla del estadio marcaba Caracas 1-1 Metropolitanos. Trascurria el entretiempo.

El único gol de los locales había sido un cabezazo de palomita tras un córner. Lo único bueno que el autor del gol haría en ese primer tiempo. No se movía tan mal en la cancha, pero los compañeros le negaban la pelota. Andreutti, otra vez como interior más adelantado, tuvo que retroceder para ayudar a Miky en la salida, lo que llevó al “26” a gravitar cerca del área rival. Aquello era tácticamente más incoherente para algunos que el hecho de que Otero estuviese en el banco, lugar donde mantuvo una discusión con Saragó. Tras el gol, Di Giorgi hizo un corazón con la mano apuntando hacia un lugar de la tribuna en la que presumiblemente se encontraba algún conocido o familiar. En el otro extremo del estadio, alguien le mostraba el dedo medio.

“Estem, y entonces, te iba a decir, ¿viste de quién fue el gol?”, “Sí, sí”, “De ese al que tanto criticamos, ¿sabes?”, luego de colgar el Iphone se puso a hablar con un gordo de algo así como 1,90 de altura, que lucía la franela del local. La charla incluía esas risas graves de aroma a cerveza y cigarro. “Se lo acabo de decir a Mariana y no me creía”.

El partido significaría la conclusión de los primeros tres puntos del Caracas, 3-1. En todo el estadio se intercambiaba desconcierto y una alegría con sabor a rabia, pues el marcador lo había abierto el más señalado de todo el equipo. Giácomo es uno de esos jugadores cuyo currículo no le ha bastado para ser mirado con respeto; todo lo contrario, lo han criticado por no entender cómo es que ha jugado en donde ha jugado. “Di Giorgi puede marcar hat-trick contra el Táchira y lo seguiré odiando”, un hincha bajito y delgado, con una cresta rubia, iba comentando eso mientras se dirigía al estacionamiento. La temporada 2014/15 será para un jugador ya veterano la oportunidad de asirse del prestigio que siempre le ha sido esquivo. La tarea, por otra parte, luce más complicada que su retorno a la selección.

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