Flores en el infierno
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Flores en el infierno

Lizandro Samuel
2014-11-30 20:18:17
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Bienvenidos a un infierno llamado Fútbol Venezolano

Pasen adelante, sin pena, esto es un paraíso para la idiosincrasia anárquica del venezolano: casi todo está permitido. Solo hay una prohibición, y, conviene aclarar, hay que respetarla. Romperla no significa la expulsión del infierno ni la reclusión (Después de todo, ¿qué hay peor que el infierno?), lo que sí significa es ganarse de enemigo al mismísimo amo supremo de este bajo mundo. Lo cual, créanme, puede traer serios inconvenientes.

Estoy convencido de que más de uno de ustedes, típico venezolano, vivarachero y chalequeador, jura y perjura que puede hacerle bullying al Diablo sin que este se inmute. Eso no es así de fácil: verá usted, el Diablo, narciso como él solo, es muy voluble. Es un diablo al que ni siquiera le importa la vida de sus súbditos o la armonía de su reino. Bueno, diablo al fin. Por eso, sin un poquito de disimulo, fue capaz de multar en algún momento con 3531 Bs a Mineros y al Caracas (2013) porque las respectivas barras le gritaron “hijo de puta”, mientras que con solo 535 Bs a El Vigía por no tener un médico acreditado en su plantilla. Ya ven su escala de prioridades.

En fin, ahí los espera, sigan de largo por el pasillo pero no se detengan a conversar con él, el recorrido es largo y me exigieron brevedad. Allí está, el señor Rafael Esquivel, rechoncho de opulencia, sentado en su trono mientras bebe whisky caro y da órdenes como todo un emperador. A su derecha, también con cola y cuerno (¿Ya dije que el Diablo tiene cola y cuernos?) está Laureano González, quien es la mano derecha de Esquivel porque entre sus dotes destaca uno que lo eleva a una categoría superior a la de otros entes mitológicos: el cinismo. Fue capaz de decir, en el 2012, que Venezuela sería el primer país de Sudamérica en evitar la muerte de un hincha, para en el 2014, tras la muerte de un barrista del Lara, voltear la cara para otro lado y echarle la culpa al gobierno, a las barras, a la seguridad, diríamos que a la vaca, pero en el Infierno está prohibido leer. O, mejor dicho, solo se pueden leer comunicados de prensa.

Sigamos con el recorrido, que no los traje hasta aquí solo para ver a esos dos personajes. No, no, este es un infierno muy rico para la literatura, que honra eso de que “la realidad supera la ficción”. Pónganse cómodos pues, a partir de ahora presentaré a los súbditos y cómplices del Diablo.

Primero están los que alternan cuernos con aureolas, como doctos políticos. Me refiero a la mayoría de los dueños de equipos (Aquí no hay clubes): se quejan de que las cosas se hacen mal, de que la FVF le tiene prendido fuego al infierno, de que bla, bla, bla, pero cuando las cosas aprietan son los primeros en valer por sus intereses. ¿Jugadores, entrenadores, medios? ¡Qué va! Primero cuidan su pellejo, y ¿quién mejor para encubrir su mediocridad que el propio Esquivel y Laureano González? Así es como en un ejercicio de hipocresía, todos los días, acaban bajo el ala de su protector. Las relaciones amor-odio son tan telenovelescas que a casi todos los venezolanos les encantan.

Luego están los medios. Ellos pasean por el infierno sin mayores restricciones. Algunos viven en el miedo y se escudan en una falsa “ética” para excusarse de no denunciar. Otros, cómplices al fin, pintan el futbol venezolano como una maravilla. Y, ¿recuerdan eso de que en el infierno está prohibido leer?, pues para algunos “analistas”, que no analizan y viven de su fama, repetir lugares comunes y tener buenas amistades les sirve de mayor motivo de orgullo que su inteligencia o capacidad de comprensión. También están los amantes del show, dispuestos a convertir el fútbol en una telenovela o a tratarlo como farándula. Esquivel y Laureano, hasta aquí, sonríen, todo está bajo control.

Casi al final de la cadena alimenticia aparecen los jugadores. Silentes, mudos por decisión propia. Les resulta fácil quejarse en el vestuario o en conversaciones casuales, pero cuando les toca alzar la voz tiemblan. Hablan de códigos (Palabra usada para justificar todo acto de deshumanización, egoísmo y mediocridad moral) pero nunca protestan contra la autoridad. Firman contratos que saben que difícilmente cobrarán, mientras ven a sus colegas pelear para recibir el pago prometido. No les importa mucho, esto es el infierno y cada quien debe velar por sí mismo.

Antes de cerrar el recorrido, deben ver a los entrenadores: prohibido formarse, la meta es creerse superiores a Guardiola o Mourinho. Arrogantes por naturaleza competitiva, se ofuscan si se les contradice. Aceptan los maltratos de los dirigentes y ayudan a fomentar la insuficiencia formativa. Importa más colgarse una medalla qué cuestionarse sobre que tan bien están formando a los futbolistas, importa más cobrar un cheque que saberse pieza en una máquina destinada a la mediocridad.

Esto es el infierno, señoras y señores, en donde el Diablo y su mano derecha se encargan de organizar partidos de fútbol que serán supervisados por los dirigentes, siempre enemistados con los entrenadores, a quienes sabrán callar con alguito de dinero, y así estos persuadirán a los jugadores a que “un profesional debe…”. Aquí los árbitros se equivocan cada semana, el césped de las canchas arde de desidia, y famosos periodistas pasean –con aires hollywoodenses– tomándose fotos con las estrellas del momento y tapando sus falencias con banalidades. ¿Les gustó el recorrido? Así se vive aquí, y puede que así se siga viviendo por muchos años más.

¡Pero alto! ¡No se vayan! Aún queda algo por conocer: son esos individuos que con afán de artesano y convicciones de agricultor, pese a un panorama tan deplorable, se dedican a sembrar flores, muchas de las cuales serán pisoteadas u arderán. No importa, al menos una logrará enriquecer y hacer menos despreciable el infierno. ¿Que quiénes son? Un par de miembros de la FVF, no importa si de alto rango o de bajo rango, solo se sabe que están ahí, peleando todos los días contra un sistema que saben debe cambiar; y quizá nunca cambie, pero puede mejorar. También, unos cuantos dirigentes, quienes han entendido que el fútbol es un mundo aparte que merece un estudio particular, quienes se han sabido asesorar y antes de llenarse el ego de copas –deportivas y de champagne– desean solidificar la institución en la que laboran. ¿Que si hay otros? ¡Por supuesto! Hay varios analistas y periodistas que se mueven como rebeldes entre la mediocridad y banalidad del medio. Cada día leen un poquito más, se preparan mejor, se exigen más, denuncian –aunque sientan que arán sobre el agua– y no ceden. Algunos, de hecho, se han hecho reconocidos sin necesidad de decir chistes, de peinarse a la moda o de repetir como loros los clichés del momento (Yo sé que les parece increíble, pero recuerden “la realidad supera a la ficción”).

Entrenadores obsesionados con la formación de su gremio y de los jugadores, dispuestos a negociar su contrato pero no su ética, y convencidos de que hay que mejorar muchas cosas. Jugadores que no se callan: si bien no siempre corren a los medios, dicen las cosas de frente a sus dirigentes y se preocupan por otras cosas más allá del gol del fin de semana. Y así como ellos, una larga lista de profesionales que, en su rol, están decididos a sumar más y más flores, quizá con la humildad de entender como una utopía pretender cambiar el infierno, pero sí con la convicción de que más allá de ser el infierno, es nuestro infierno, el único que tenemos y del que somos responsables, por eso, cuando menos hay que enriquecerlo.

No sé si hay luz al final del túnel, pero en el presente hay muchos que están decididos a ser una luz.          

                

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