¿Valen Juanpi y Peñaranda una Copa del Mundo?
¿Valen Juanpi y Peñaranda una Copa del Mundo?
VenEXTReportaje

¿Valen Juanpi y Peñaranda una Copa del Mundo?

Luis Revilla
2016-02-09 11:04:29
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Juanpi y Peñaranda no sólo son buenos, sino que parecen diseñados para jugar juntos y potenciarse. El nacimiento de nuevos talentos venezolanos ya no va a detenerse, pero hace falta algo más que eso. ¿Cómo se explica la aparición de estos chicos en la liga más competitiva del mundo?

Por Abel Rojas (@Ecosdelbalon) y Luis Revilla (@LuisRevilla)

 

Venezuela se enamoró de la Copa del Mundo antes de que el fútbol le llamara la atención. Sus futbolistas no destacaban y sus niños jugaban al béisbol, pero en esa cita increíble que la Tierra albergaba cada cuatro años, el país se paralizaba como víctima de un encantamiento. El evento fascinaba por su energía, por su lírica, por su conciliación, por su pactada eternidad, y también por su cercana lejanía. Aquello que unía a 32 países dispares y sacaba lo mejor del ser humano tenía por excusa una actividad que, como tal, despojada del carisma de su mejor mes, no pertenecía a los venezolanos. Ni el propio juego, ni los representantes ni la historia de esa reunión que les cautivaba convivían con su rutina. Hasta el segundo semestre del año 2001. Sudamérica batallaba duro por el acceso al Mundial de Corea y Japón. Venezuela, como siempre, sin trascendencia ni tristeza, se quedó pronto sin opciones matemáticas de clasificación. Pero entre agosto y noviembre, ocurrió un milagro al que Europa no atendió aunque lo mereciese: ganaron cuatro partidos seguidos. Históricas como Uruguay, Chile (en Chile), Perú y Paraguay cedieron ante la Selección de manera consecutiva. Para poner esto en perspectiva, debe conocerse que, en los 34 años que precedieron al despertar, había sumado sólo tres victorias. De repente, el país se sintió capacitado para, algún día, formar parte de la Copa mitificada, del mes que transformaba el mundo en ese lugar donde quisieran vivir. El acontecimiento recibió el sobrenombre de El Boom Vinotinto.

Venezuela va a jugar el Mundial. Es un hecho, ocurrirá, se puede garantizar, cuenten con ello. Pero falta por saber cuándo. Tras el episodio narrado, el fútbol se convirtió con velocidad en el deporte más practicado del país, y el objetivo de lograr la clasificación, en una obsesión para sus ciudadanos. Si hasta aquel 2001 los fracasos no dejaron cicatriz, 2006, 2010 y 2014 quedaron impresos en el rostro de cada fan: están tristes y enfurecidos. Pero ahora se abre de verdad la puerta que se abrió con las cuatro victorias. Los niños que crecieron jugando como los argentinos y los brasileños, sin complejos ni escepticismos, están llegando a la élite. Dos de ellos, Juanpi Añor (1994) y Adalberto Peñaranda (1997), incluso se están permitiendo el lujo de marcar diferencias en la Liga más difícil del Viejo Continente. ¿Serán los profetas que guíen al pueblo hasta la tierra prometida? Como poco, son las uvas más selectas de la cosecha más especial. El vino huele bien.

Hay que empezar delimitando el contexto en el que aterrizarán. La Selección está dirigida por el entrenador más laureado del fútbol venezolano, Noel “el Chita” Sanvicente. Llegó en el verano de 2014 tras la fallida experiencia de César Farías, que no pudo clasificarse para la cita de Brasil y fue acusado por ello y por su estilo defensivo. En principio, Sanvincente generó consenso porque se trataba de un técnico con experiencia en equipos que competían por títulos, y por lo tanto habituado a buscar la victoria y no el empate a cero choque tras choque, y su puesta de largo con la Vinotinto fue formalmente satisfactoria. Empleó un 4-4-2 con Ronald Vargas y Alejandro Guerra en los costados, y la habilidad de estos para aglutinar juego y balón dio un sentido al ataque del equipo. Sin embargo, el fútbol sufre una enfermedad para la que aún no se encontró una cura: perder. Venezuela, como puede sucederle a cualquier combinado modesto, empezó la fase de clasificación con cuatro derrotas seguidas. Las dudas estallaron, frenaron el crecimiento y, luego, quemaron el origen. Ahora mismo, existe una tabula rasa sin ventajas ni inconvenientes, pues además, los tipos de mayor peso, Rosales, Rincón y“el rey” Salomón Rondón, son versátiles, saben dar en cualquier esquema. Así que se puede partir de cero.

El motivo de este texto no recae únicamente en la calidad de Juanpi Añor y Adalberto Peñaranda. Sí, como se ha apuntado, en su primera temporada con galones en Primera División están resolviendo partidos y condicionando planteamientos, pero eso es algo que en nuestra Liga ya hicieron dos venezolanos antes, Juan Arango y Salomón Rondón. La particularidad de esta nueva dupla radica en que son contemporáneos entre sí y, sobre todo, muy compatibles. Por su forma común de sentir el juego, por las virtudes especiales de cada uno y por las zonas favoritas de cada cual, parecen nacidos para ser pareja. Salvando las (serias) distancias, Peñaranda puede ser Bale, y Añor, su Ramsey. Adalberto y Juanpi pueden justificar un sistema.

El del Granada, que es quien seguro va a jugar la Champions League si ningún problema extradeportivo detiene su carrera, es un delantero de perfil centro-izquierda. En un 4-4-2, iría a la punta con Rondón; en un 4-3-3, puede ocupar el extremo izquierdo. Tratándose de un hombre con habilidad para el regate y una pausa que rompe el hype cuando se empareja con su velocidad, es esta, su velocidad, la que marca su sino. Potencialmente, lo tiene todo para ser una bestia atacando los espacios. Por su parte, Juanpi es un centrocampista ofensivo de perfil centro-derecha. De partida, parecía algo endeble y carente de capacidad de sacrificio, pero Javi Gracia ha aparecido en su trayectoria para dotarla de posibilidades superiores. Le ha obligado a saber cerrar la banda derecha y le ha agregado un fondo físico que, una vez recuperada la pelota, le está permitiendo tanto conectar a los pivotes con los puntas como incluso llegar al área y resolver con asistencias y golazos. El constante Juanpi abasteciendo al determinante Peñaranda, con Rondón ahí legitimando, es una base directa, recia y rica sobre la que asentar la clasificación para una Copa del Mundo.

El principal problema que les tocará enfrentar estriba en la falta de determinados perfiles en la cantera nacional. El Boom Vinotinto sedujo al niño de Venezuela y lo puso a jugar al fútbol, si bien esta pasión no se vio correspondida por una inversión inmediata en las academias de formación. De este modo, talento bruto sale a raudales (Rómulo Otero, Josef Martínez, Darwin Machis, Yeferson Soteldo, Jhon Murillo, Ronaldo Peña, Marco Farisato, Wuilker Faríñez, Yangel Herrera, etc), pero los principios básicos del juego y de la competición no parecen aprenderse con la misma especificidad y atención que en España, Holanda o Alemania, lo cual resiente, con especial énfasis, el nivel en demarcaciones como central o mediocentro. No obstante, incluso esto se resolverá de modo paulatino, porque el fútbol es de los futbolistas y Venezuela ya los tiene. Si sus clubes y su federación no consiguen darles cobertura, las poderosas entidades europeas captarán a los chicos más dotados y terminarán de definirlos en sus escuelas, como ha ocurrido con el propio Juanpi Añor. Por eso se sabe con certeza que la Vinotinto jugará la Copa del Mundo tarde o pronto. La generación de Peñaranda puede darle el impulso definitivo. Aunque sin prisas ni presiones, que no hay que olvidar que, por más que destaque y crezca, su carrera se compone, apenas, de 10 partidos en la élite.

 

*Texto publicado originalmente en Ecos del Balón.

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