El Deportivo La Guaira quiere brindar
Es costumbre chocar copas o vasos, generalmente llenos de alcohol, a modo de celebración tras una meta alcanzada. Claro, en un país como Venezuela, en donde las bebidas –supuestamente– para mayores de 18 años tienen un papel preponderante, el acto anteriormente señalado, denominado brindar, no necesita la excusa del triunfo para llevarse a cabo; por el contrario, cualquier argumento, de alegría o pesar, suele ser valido cuando de tomar se trata.
El Deportivo La Guaira no cree en lo último. De hecho, de la sensación de que solo cree en sí mismo y en el, quizá, más poderoso de todos los dioses y entes supremos: el trabajo. Con una plantilla en la cual resaltan varios jugadores de muy buen nivel, ha logrado desarrollar un primer tramo de la temporada muy competitivo, siendo uno de los equipos que mejor juega en el fútbol local.
Cuando Leo González y Pedro Vera arribaron al equipo váguense, que juega en Caracas, desempacaron de la maleta un aroma de ilusión que muy rápido se regó por todo el país; sin embargo, la poca profundidad de la plantilla hacía dudar sobre las posibilidades de alcanzar algún título en el primer semestre de la temporada, esto si se tiene en cuenta la gama de jugadores élite –en nuestro contexto– que ofrece Mineros, luego Táchira e inclusive Caracas.
Pese a esto, sin hacer mucho caso a los problemas institucionales de Mineros, las complicaciones entre el cuerpo técnico de Táchira y jugadores y afición, o a lo insulso de los planteamientos del Caracas de Eduaro Saragó –que se han transmutado en resultados globales muy pobres–, el equipo de Leo González ha avanzado con la convicción en un modelo de juego bien interpretado, aceptado y ejecutado por la plantilla.
Renny Vega y Luis Rojas son un lujo en la portería. Sobresale también la rabia competitiva de Lucena, quien ha encontrado un punto más alto de rendimiento en relación a la temporada pasada, y que como central destaca su claridad en los pases, la precisión en los lances y una facilidad de anticipación poco habitual en el país. Agrada la convicción de Antonio Boada para salir jugando, un central acorde a todo lo que este cuerpo técnico de La Guaira quiere implementar; las posibilidades de recambio de Daniel Benítez, y la proyección de posible lateral izquierdo de la Vinotinto de Oscar González.
Arquímedes Figueira funge como el paradigma que resume los valores del equipo: la reina del tablero de ajedrez que le da vida a la idea. Por supuesto, su aporte no sería tan notable de no tener al lado a Javi García, o de no contar con los desmarques en profundidad de Charlis Ortiz –quien tras la lesión no ha mostrado su mejor rendimiento–. De este modo, con Iriberri como “9” fijando a la defensa rival, ha sido muy fácil que Ursino haga valer una inteligencia táctica que le lleva a interpretar los espacios con mucha claridad: cuándo estar, cuándo aparecer, cuándo y hacia dónde romper, en qué momentos ir a la banda y cuándo ir hacia su propio campo para apoyarse en los jugadores más retrasados.
Salida a primera o segunda línea, con los centrales o los volantes, siempre buscando continuar con triangulaciones rápidas por la banda que desemboquen en desmarques de profundidad. O bien, salida directamente hacia las bandas o saltando línea con pases largos de los centrales o los mediocentro como respuestas a las diagonales propuestas por los jugadores más adelantados. El modelo es claro, se respeta y experimenta las acordes variantes según el rival. Con estas herramientas, el Deportivo La Guaira planea, y quizá pueda, realizar un importante doblete. De momento, su mayor intención puede que sea hacer un brindis, pero no con cualquier cosa –ni ante cualquier excusa exitista–, no; sino con, en honor a su alto estrato social competitivo, una Copa Venezuela.
