Con el fracaso en el horizonte
Con el fracaso en el horizonte
VenEXTOpinión

Con el fracaso en el horizonte

Lizandro Samuel
2015-09-25 13:19:11
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¿Es siempre positivo que los futbolistas venezolanos fichen por equipos extranjeros?

—Es imperdonable que tropieces siempre con la misma piedra.

—Pero y si no hay otra.

Juan Calzadilla.

 

La eyaculación precoz se define como la expulsión prematura del semen durante el coito o ante la posibilidad del mismo. Es decir, cuando el hombre está a las puertas del éxito la ansiedad le juega en contra.

Las corrientes de autoayuda, las campañas motivacionales, y hasta el optimismo ciego, proponen herramientas para levantarse de la derrota, sortear obstáculos y alzar la cabeza luego de tocar fondo. Pero, ¿son esos momentos los más definitorios en la vida? Perder es tan rutinario que todos nos acostumbramos a ello. El éxito, por otra parte, asusta: ¿cuántos están dispuestos a dejar pasar un coito de fantasía? El estrés que genera la posibilidad de triunfo es hermano del fracaso: la depresión de Robert Enke no fue agudizada por un gol ridículo, sino por la posibilidad de ser el arquero titular de Alemania en Sudáfrica 2010. La única solución que encontró para calmarse fue el suicidio.

En el 2013, Daniel Chapela publicó Promesas y decepciones. En la nota reflexionó sobre un fracaso disfrazado de éxito: la migración temprana del futbolista local. ¿Es un triunfo para el jugador venezolano firmar un contrato en el extranjero? No, el triunfo es consolidarse en tierras foráneas competitivas. Fracasar a las puertas del coito soñado duele más que el hecho de que nunca se hubiese presentado la oportunidad. Es un golpe más duro arriesgarse y perder en la vida real que solo tener éxito en las fantasías.

Chapela, en aquella ocasión, exploró el caso de Yohandry Orozco: las ínfulas de Maradona le duraron los segundos que tardó en marcar su celebrado gol a Perú en el Sudamericano sub 20 del 2011. Luego, fichó por el  VfL Wolfsburg alemán, donde luchó cada día por un puesto en la banca de suplentes. Que el recién nombrado futura gloria del balompié criollo fuese convocado a un partido era noticia. Que jugara era casi imposible.

El Táchira apareció al rescate. De nuevo en su país experimentó altibajos; de cualquier forma, salió campeón en la temporada 2014/15. De ahí partió a Arabia. Problemas legales lo dejaron a la deriva. Lo complicado no es comprender qué le impidió jugar, sino cómo es que nadie le ha hablado a los futbolistas venezolanos de la célebre cita de Albert Einstein: “La locura es hacer la misma cosa una y otra vez esperando resultados diferentes”.

Entre problemas contractuales y mediocres desempeños, el futbolista venezolano que hace vida en el exterior retorna a su patria como el niño que vuelve de un primer día de colegio en el que le hicieron bullying. Chapela alertó sobre los peligros de esto en el 2013. Dos años después la historia es más grave: el fútbol venezolano atraviesa uno de sus periodos más oscuros y el torneo local disminuye en calidad con la migración de sus pocas figuras. Migración que sería positiva si triunfaran en el extranjero, pero no es el caso.

Las excepciones son eso: excepciones. Y se manifiestan en la base de la Vinotinto. Los Tomás Rincón, Roberto Rosales, Salomón Rondón y compañía son noticia recurrente cada fin de semana porque sigue extrañando que un criollo triunfe en el extranjero. Mientras nuestros pares de la Conmebol cuentan los títulos, individuales y colectivos, que cosechan sus futbolistas en las ligas más importantes del mundo, los diarios venezolanos reseñan, con aparente orgullo: “Fulanito jugó completo en la derrota de su equipo”.

La anhelada renovación en la selección nacional que buscan algunos fanáticos (Hoy, ayer, mañana y siempre, porque se cree que lo nuevo es mejor solo por ser nuevo) contrasta con la realidad: en la Vinotinto de Sanvicente deberían estar figurando varios jugadores con edades que ronden los 26 años, futbolistas entrando al punto más alto de su carrera. ¿Dónde están Rafa Romo, José Manuel Velásquez, Pablo Camacho, Rafa Acosta, Francisco Flores, Carlos Fernández y Ángelo Peña? Para algunos de los héroes de la primera selección nacional que clasificó a un Mundial, el hito pareció traer un destino trágico: ese fue el momento más importante de sus carreras.

La mayoría de los integrantes de esa selección viajó Europa sin estar listo. La ansiedad y las expectativas del entorno empujaron a una eyaculación precoz. Madurar también es saber triunfar.

Salomón, Yonathan del Valle, Rafael Acosta y Sema Velásquez merecen especial atención. Salo ya estaba en Europa, la manera en la que ha manejado su carrera denota inteligencia. Se ha construido como futbolista y ha dado cada paso de forma muy meditada. Del Valle era en el 2009 futbolísticamente muy inmaduro (Como profesional pareciera que lo sigue siendo): solo tuvo destellos que embelesaron al hincha local. Acosta jugaba desde categorías inferiores en Italia. Prometía llegar a equipos de mitad de tabla para arriba del Viejo Continente. Sus decisiones fuera de la cancha, y su falta de temple dentro, justifican el rumbo que tomó su carrera. Sema, por último, ha ido y venido de Europa en un par de ocasiones: en casi todos lados suma una cantidad aceptable de minutos. En aquella Vinotinto sub 20 se mostraba como el jugador más preparado para el éxito. El Villareal creyó lo mismo y le ofreció cuatro años de contrato. De ahí en adelante, el destinado a la gloria se ha conformado con actuaciones correctas.

Ningún integrante de esa Vinotinto, en la que también estaba un Yohandry muy niño, puede quejarse de falta de oportunidades: César Farías insistió con ellos en las convocatorias a la selección absoluta hasta que sus ganas de verlos triunfar se vieron opacadas por la lógica. “Tú agarras la lista de los jugadores que fueron al Mundial de fútbol y ves dónde está cada uno de ellos, y, bueno, sacarás la cuenta de que decisiones tomaron los jugadores. El que era capitán de ese equipo ni siquiera estuvo en el Premundial; y sigue jugando por allí, pero no es ni la mitad de lo que es… ¡bueno!, ¡la mitad es una exageración!: ¡no es ni una centésima parte de lo que es Salomón Rondón”, dijo Manuel Llorens, psicólogo de ese cuerpo técnico, en un conversatorio sobre la idiosincrasia del futbolista venezolano, celebrado en la Librería Lugar Común (Caracas).

Marcelo Bielsa más de una vez ha expresado que, en su opinión, se aprende más en la derrota que en la victoria. Es cierto que lo jóvenes venezolanos que hoy migran crecieron bajo los vítores de “sí se puede” (Un grito de guerra que para Juan Villoro significa que casi nunca se ha podido) que rodearon a la Vinotinto de Richard Páez. También es cierto que han tenido de ejemplo a los Luis Pájaro Vera, José Manuel Rey y Juan Arango, cuyas actitudes se diferencian de la indisciplina que caracterizó al jugador local. Cuando el hoy entrenador Félix Hernández, uno de los futbolistas más talentosos de nuestra historia, fichó por Talleres de Córdoba (Argentina), lo primero que se le ocurrió al llegar al hotel fue meter una prostituta. Hoy día hay jóvenes con sus prioridades más claras. El panorama es más alentador que antes. No obstante, un ejemplo que deberían tener muy presentes todos los futbolistas es el de la Vinotinto sub 20 mundialista y el fracaso posterior de varios de esos miembros.

En su nota, Chapela habla de Darwin Machis: el delantero fue la revelación del torneo en el 2011. En el 2012 estaba puliendo banca en Europa. Dos años después la situación no ha cambiado mucho. Un talento desperdiciado.

No es solo un asunto de disciplina y capacidades, es tener paciencia. Entender que Venezuela tiene una liga muy pobre y que el contraste con el fútbol del extranjero puede ser muy fuerte. Un amigo periodista me comentó una vez que para él un venezolano debe sobresalir al menos dos años en la liga local antes de migrar. Sorprende que, por ejemplo, Jhonder Cádiz tras seis meses buenos ya fuese un “candidato” para ir a Portugal. La profecía, publicada en Lavinotinto.com, se cumplió a los meses.

Chapela mencionó en la columna a Rómulo Otero y Robert Hernández como aspirantes a irse al extranjero. Hérnandez viajó a Francia junto a Manuel Arteaga en el 2014. A las semanas ya estaban en Venezuela. Para Arteaga la experiencia no era nueva: ya había pasado por el Parma italiano. Hoy día juega en el Zulia, mientras que Robert anda por Estados Unidos.

El caso de Otero sí es ejemplar: jugó en Venezuela hasta que la liga le quedó corta. No importaba si caminaba tres cuartos de partido: con 15 minutos y un bostezo le terminaba bastando para ser nombrado el más destacado del cotejo. Así y todo, el destino fue Chile. Ir con pausa es de sabios. Pregúntenle al Rey Salomón.

La devaluación del bolívar empuja a más de un jugador a aceptar contratos en dólares, por más de que en Venezuela ostenten salarios de seis dígitos. Asegurar el futuro económico parece ser una premisa para algunos: Miku, Mario Rondón, Pulga Gómez, Chiki Meza y Gelmin Rivas, escogieron destinos exóticos pensando en sus cuentas bancarias. Una mejor calidad de vida también motiva a otros: en el fútbol de Chipre los venezolanos cobran en euros y comen arepas a sus anchas. El nivel deportivo del futbolista, en esos casos, se ve afectado; pero no tanto como cuando no respetan su proceso de maduración y saltan a ligas muy competitivas. ¿Es correcto que un joven que entró al fútbol organizado a los 19 años, tras su primera temporada destacada en una de las peores ligas de América, salte al Málaga de España? Por talentoso que sea, ¿cuántos defectos formativos puede tener Mikel Villanueva si recién empezó a jugar seriamente tras ser mayor de edad?, ¿cómo se aventura a ir tan rápido al mejor fútbol del mundo? ¿Cómo es que el equipo decide invertir en él? Últimamente el talento de los representantes pareciera mayor al de los futbolistas.

Los precedentes de fracasos están ahí como una plasta que nadie quiere mirar. Mientras tanto, el torneo local, luego de la jornada 7 del Torneo Clausura 2014 (Es digno de estudio el fenómeno) ha ido en picada. La derrota, por causas administrativas, del Mineros de Richard Páez hundió consigo todo vestigio de esperanza. El torneo venezolano cada vez se lleva mejor con la palabra mediocre. El escenario, siendo optimistas, pareciera propicio para que muchos siguieran el ejemplo de John Murillo y se convirtieran en referentes durante dos o tres años asumiendo responsabilidades en su juventud. En vez de eso, la necesidad de huir pronto de la liga lleva a varios a una dolorosa eyaculación precoz. El proceso de madurez no termina y se lanzan a los leones antes de dominar el látigo. En la vida, lo único seguro es la muerte; sin embargo, una decisión apresurada suele traer como consecuencia el fracaso. La liga pierde a sus mejores jugadores y los jugadores sabotean su carrera:

La estructura de los equipos criollos –o la falta de ella– es la base sobre la que se fundamenta el éxito o el fracaso de estas aventuras. También el tiempo en el que se toman estas decisiones, fruto de la ansiedad de representantes y futbolistas en busca de los dineros copiosos de ultramar. A esto hay que sumar el hambre del vendedor, generalmente ansioso de capitales frescos que no acaban en canchas o ciudades deportivas sino en fichajes y sueños faraónicos.

Las líneas de Chapela buscaban analizar el presente. Tristemente, avistaron el futuro.

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